Cincuenta años atrás, el dueño de Heineken viajó a la isla de Curazao y se sorprendió con la pobreza de las viviendas de las comunidades más humildes. En un intento por generar un aporte a este problema, le pareció interesante pensar en cómo poder reutilizar la gran cantidad de botellas de cerveza de desecho producidas por su empresa. Es así como nació WOBO, una nueva pieza de diseño para la construcción de viviendas de bajo costo… algo bizarra, pero con bastante conciencia social.
La historia detrás de estas innovadoras botellas/ladrillos diseñadas por John N. Habraken, después del salto.
Al visitar Curazao durante una gira mundial de sus fábricas en 1960, el magnate cervecero Alfred Heineken fue golpeado por dos cosas: las playas estaban llenas de botellas de cerveza – muchas de las cuales llevaban su apellido- y había una gran escasez de materiales de construcción, lo que resultaba en casas de muy mala calidad para las comunidades más pobres de la isla.
En un golpe de creativad o locura, Heineken se dio cuenta de que ambos problemas se resolverían si las personas pudieran construir sus casas con botellas de cerveza. Con la intención de hacer realidad su visión, se unió al arquitecto holandés John N. Habraken para diseñar un nuevo ladrillo de vidrio, en el que incluso se podría vender cerveza.
Aunque los primeros intentos se descartaron por su alto costo y díficil producción, finalmente se llegó al diseño conocido como WOBO Heineken (Botella Mundial) – una pieza de vidrio de color verde esmeralda creada para funcionar como una botella de cerveza y también como un material de construcción.
En 1963, la fábrica de cerveza produjo 100.000 botellas de prueba. El diseño era en primer lugar, una botella de cerveza, pero al vaciarse y ponerse en posición horizontal, se convertía en un ladrillo de vidrio con posibilidades de anclarse a la unidad siguiente. El diseño de Habraken permitía que el cuello de una botella se insertara en la base de la siguiente, mientras que sus lados se alineaban en hileras a través de pequeñas protuberancias que hacían más fácil su manejo y su adaptación al mortero. Para superar el problema de las esquinas y aberturas sin tener que modificar las botellas, que diseñaron en dos tamaños: una versión de 500 mm y otra de 350 mm, un “medio-ladrillo”.
WOBO no estuvo exenta de problemas; su disposición horizontal requería una gran cantidad extra de cristal grueso. Además, su forma cuadrada tendía a trizarse en tránsito y durante la construcción, y no había manera de unir dos botellas si llegaban a encontrarse en los extremos.
A pesar de sus deficiencias, el concepto era revolucionario para la época, como describió el autor y crítico de arquitectura Martin Pawley: “fue la primera producción masiva diseñada desde el principio para tener un uso secundario como elemento de construcción”. Heineken fue tan insistente que planeó incluso la impresión de instrucciones de construcción en el lado de cada botella. Habraken incluso sugirió el envío de las botellas en pallets especiales de plástico para poder ser reutilizados como material para los techos.
Sin embargo, a pesar del optimismo de Heineken, el departamento de marketing de la cervecería no estaba tan entusiasmado. Preocupado por que la empresa sería responsable por el posible derrumbe de las casas, sin mencionar las consecuencias de asociar su marca premium a la pobreza, la compañía rechazó sistemáticamente los planes de adoptar completamente el diseño.
La idea desafortunadamente desapareció del centro de atención y, a pesar de un breve resurgimiento del interés en la década de 1970, sólo dos estructuras se construyeron: una pequeña cabaña de cristal y una cubierta. De estas botellas/ladrillos existen pocas hoy en día y en lugar de material de construcción, se han convertido en extraños objetos de colección.
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